¿De quién es la culpa?

Leyendo o escuchando las noticias, es evidente que la culpa es del pueblo que no sabe votar. ¿Será? Mi modesta opinión es que la culpa es de la educación, de nosotros profesores que no cumplimos con el juramento que hicimos el día que recibimos nuestros diplomas.

¿Por qué digo esto? Muy sencillo, porque estamos tan preocupados en transmitir conocimientos, que nos olvidamos de que somos simples guías mostrando el camino para el descubrimiento del saber. Si los alumnos no aprehenden el conocimiento por sí mismos, y solo lo adquieren a través de lo que nosotros pensamos, no estamos educando, estamos adoctrinando. Aquí no estoy hablando de izquierda o derecha, conservadorismo o liberalismo, estoy hablando de enseñar el sentido crítico, el sentido común.

Cuando vemos un aula con 30, 40 o 50 alumnos, es nuestra obligación saber que ni todos aprenden de la misma manera o a la misma velocidad. Un profesor debería rehusarse a enseñar utilizando métodos que no contemplen esa realidad. Sé que hay contenidos programáticos que son impuestos por los gobiernos. ¿Debemos acatarlos sabiendo que no son adecuados o fuera de la realidad de los alumnos? ¿Cómo enseñar el mismo contenido para alumnos que viven en el medio de una zona agreste que a alumnos que viven en regiones riquísimas?

Educar es, de cierta forma, como construir. Sería totalmente inconcebible construir de la misma manera una vivienda en Amazonas que en Suiza, la realidad de cada lugar, así como los materiales y necesidades de cada lugar, son bien diferentes. Lo mismo acontece con la educación. Para hacer una relación entre el día a día de un alumno con lo que se quiere enseñar, debemos llevar en cuenta la realidad de cada región, de cada villa, de cada barrio. Y eso es responsabilidad de cada profesor que debe entrañarse en el alma de la sociedad en la cual está inserido para poder comunicarse con sus alumnos. Los profesores, que son funcionarios del gobierno, muchas veces sacrifican sus convicciones profesionales para conservar sus empleos, así como los que son empleados de instituciones privadas se sujetan a restricciones o reglamentos que tienen más que ver con el lucro que con la eficiencia de la educación.

Educar es un sacerdocio, no podemos ser mercenarios de la educación trabajando para el mejor postor o para quién nos ampara. Nuestro verdadero patrón es el alumno, es a él al que le debemos satisfacción, es nuestra responsabilidad profesional. De la misma manera que la responsabilidad de un médico para su paciente, y no a la institución para la que trabaja.

Vivimos em una sociedad en la cual lo cierto y lo errado, justo o injusto viven lado a lado en una bruma confusa formada por el dinero y el éxito, y que en la mayoría de las veces hace con que quedemos o nos hagamos de ciegos. No sé si todos concuerdan con mi opinión, pero espero que haya algunos para el bien de nuestros niños. pero espero que haya algunos, para el bien de nuestros niños.

Y tú mi amigo, estás dentro de la bruma intentando salir o no consigues ver nada.

Hasta la próxima.

2 Comments

  1. Jarbas Leonel said:

    Muito forte essa reflexão.
    Repassei para amigos professores da rede estadual. Obrigado por nos brindar com esse texto.

    29 de setembro de 2020
    Reply
    • Caro Jarbas: O primeiro destinatário dessa reflexão, sou eu. Não estou apontando o dedo para ninguém, mas tento levantar uma questão para que o dia de amanhã não se repita a história do “Rei está nu”.
      Um abraço
      Ricardo

      30 de setembro de 2020
      Reply

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